Hace menos de 20 días, se le preguntó a Jorge Romero en sala de prensa su opinión sobre la actual plantilla blanquiverde. En otras palabras, se le planteaba al joven y debutante entrenador del Córdoba qué pensaba sobre el plantel. Romero no se salió ni un ápice del guión que a su vez recitaron Carrión, Merino y hasta Oltra. La misma pregunta, unas semanas después, tuvo una respuesta muy diferente y, lógicamente, más acorde a la realidad que en su primera valoración, en la que nadie esperaba el cambio que se iba a producir en la planta noble: Romero respondió que, obviamente, debía plantear esas mejoras en el plantel «a los nuevos», en clara referencia a la necesidad que tiene este Córdoba de una mutación y, además, por la vía de urgencia. El tiempo se le acaba a este equipo y cada hoja de calendario que cae es un soplo de vida menos en Segunda División. El poder que ha de salir valoraba reforzar al equipo con tres hombres, uno por línea. Eso, en el mejor de los casos. El poder al que aún no se permite entrar solo se armó una vez más de razones ayer --por desgracia-- a la hora de proyectar una mutación en el plantel, principalmente en la zona defensiva.

Pero quien vea en el Córdoba de ayer un único problema, el defensivo, yerra. Evidentemente, un equipo que termina la primera vuelta con 39 goles encajados (una proyección de 78 al final de Liga) sufre un gravísimo problema que sólo podrá resolverlo en el mercado invernal de fichajes. Pero el conjunto blanquiverde tiene otros. El Sporting dejó hacer al Córdoba y éste lo agradeció tomando el balón, pero este equipo tiene un alarmante problema de profundidad. Por cierto, mal que se agravará si la lesión de Jovanovic toma el mismo rumbo de las que tuvo anteriormente. Intermitentemente, el serbio y Javi Galán se encargaron durante varias fases del encuentro de que este Córdoba, que quería llegar, quería competir y deseaba ganar, se reflejara de alguna manera sobre el campo. Porque por dentro, poquito --por no decir nada-- y dentro del área rival, teniendo en cuenta todo el balón del que dispuso, también muy poquito. Tan poco, que en los últimos minutos, con los locales con la mosca detrás de la oreja por el gol de Sergi Guardiola, los blanquiverdes no lograron ni tan siquiera disparar entre los tres palos durante casi media hora y, cuando lo hizo, ya al límite del tiempo, Sergio Aguza se topó con Mariño. Es decir, poco se puso a prueba al portero rival para la cantidad de balón que se consiguió tener o para la posesión que le consintió el enemigo. Necesitará este Córdoba, sí, una línea defensiva nueva. Pero también le será imprescindible mayor velocidad --sobre todo en bandas-, mucho más juego por dentro --y más cercano a zonas comprometidas-- y, sobre todo, muchas más alternativas. Y para conseguir todo eso apenas dispone de 23 días. No parece que se le vaya a facilitar el trabajo, precisamente. Pero, por lo visto, es lo que hay. Es desesperante ver cómo este Córdoba intenta al menos transmitir una buena imagen y buscar competir con sus limitadas armas para que en 20 minutos, las dos primeras llegadas del adversario se transformen en sendos goles. Pero a este equipo la buena imagen no le sirve para nada. Necesita puntos, por lo civil o por lo criminal. Y, al menos por ahora, con Romero consigue no descomponerse después de encajar dos golpes como los sufridos en el primer cuarto de partido en El Molinón. Pero no nos engañemos. El Córdoba transmitió esas bondades de imagen en el terreno de juego asturiano, pero la realidad dictaba, al descanso, que los blanquiverdes habían teniendo una opción de Caballero, otra de Joao Afonso y un disparo cruzado de Sergi Guardiola.

El Sporting, por su parte, anotó por medio de Santos y Castro, tuvo una opción clara de Rubén García que desbarató Kieszek, dispuso de otro cabezazo de Santos y de otra ocasión de Barba, sobre la raya, que incomprensiblemente no introdujo en la red. En el juego, con el balón, en lo que se ofrece al espectador, el Córdoba ganaba claramente. En las áreas, en competitividad y en ocasiones, el Sporting superó a al conjunto blanquiverde. Y apenas necesito tener el balón.

El segundo acto no pudo comenzar mejor para los blanquiverdes tras la galopada de Jovanovic y el gol de Sergio Aguza desde la frontal. La debilidad general de este Córdoba se comprueba en que, justo tras el gol, lejos de poder generar más dudas en el adversario, las encajó él: un balón al palo de la portería de Kieszek y el tercer gol de los rojiblancos, de un gran cabezazo de Santos que, todo hay que decirlo, también tuvo su ayudita blanquiverde.

Sergi Guardiola sí mantiene el nivel. Sí es un acierto. Lo triste es que un delantero que ha batido récords goleadores en el Córdoba no sea suficiente para este equipo, lo cual deja a las claras de cuál es el listón. Llegó el jumillano a tiempo de anotar su gol número 12 en la primera vuelta y, al menos, acercar al conjunto blanquiverde a la esperanza de puntuar. Pero el Córdoba ya no daba para más y el Sporting quería que se acabara el encuentro ya. Así que tiró de oficio: interrupciones, más trabajo en el centro del campo y... Ahí, por desgracia, murió el encuentro. Un error tuvieron los locales, a dos del final, pero Aguza se topó con Mariño. Ejemplo claro de que a este Sporting se le podía meter mano. Pero faltó una defensa nueva, mayor competitividad y velocidad en los costados, más juego por dentro y más continuidad. Y eso no se soluciona con unos arreglos, sino con una mutación.

Sporting-Córdoba (3-2)

Sporting: Mariño, Calavera, Álex Pérez, Barba, Isma López, Álex Bergantiños, Sergio Álvarez, Carmona, Carlos Castro (Moi Gómez m 56), Rubén García (Pablo Pérez, m 75) y Michael Santos (Nacho Méndez, m 83)

Córdoba: Kieszek, Fernández, Caro, Joao Afonso (Jonás m, 80), Javi Galán, Edu Ramos, Jovanovic (Alfaro, m 50), Caballero (Aguado m, 74), Javi Lara, Aguza y Guardiola.

Goles: 1-0, m.10: Carlos Castro. 2-0, m.18: Michel Santos. 2-1, m.48: Aguza. 3-1, m.58: Santos. 3-2, m.63: Guardiola.

Árbitro: Varón Aceitón. Mostró tarjetas amarillas a Fernández (m, 69), Santos (m 72) y Alfaro (m, 77).

Incidencias: 16.120 espectadores en El Molinón.