Algo se ha roto en El Arcángel y solo el tiempo dirá si puede repararse. Por todos es sabido que Luis Carrión nunca fue un hombre especialmente querido entre el cordobesismo. Este año, tras el mal arranque del Córdoba, la situación se ha ido enrareciendo. Era una relación tensa desde el inicio y que ya no sorprendía a nadie. Pero lo que se ha roto no es eso, es otra cosa. Hasta ahora el equipo ha ido moviéndose en el alambre, salvando las situaciones al límite con victorias que le dejaban fuera del descenso o que mejoraban la pésima imagen mostrada fuera.

Pero lo de ayer fue duro, muy duro, no solo por el resultado o la imagen, sino porque se cayó goleado ante un equipo, el Nástic de Tarragona, que teóricamente pelea por evitar el descenso. De hecho, el de ayer fue el primer partido a domicilio que ganaron los catalanes en esta temporada. El bochornoso segundo tiempo presenciado en el estadio cordobesista, con la segunda peor goleada vivida en toda la historia del club blanquiverde, rompió varias relaciones que habrá que recomponer si se quieren salvar los muebles.

Porque si no cambia mucho el panorama, este Córdoba estará, al menos en lo que queda de primera vuelta, peleando por salir del descenso y alejarse de la zona caliente. Con Carrión o sin Carrión, porque la imagen mostrada tanto en casa como fuera invita a pocas esperanzas de una resurrección con otro técnico. La ruptura más urgente a reparar es entre la hinchada y los jugadores, tachados ayer por una parte del estadio como «mercenarios».

Aunque el foco principal de las críticas fue el entrenador y no la plantilla, durante algunos compases del partido fueron ellos los señalados, y con el 1-3 el hartazgo se apoderó de una afición que acabó aplaudiendo el cuarto y el quinto gol del Nástic, con ovaciones irónicas a sus delanteros. A día de hoy para un futbolista del Córdoba es más difícil jugar en su estadio que hacerlo de visitante, y con esos mimbres no puede arreglarse el cesto. El propio Javi Lara lo reconoció ayer en zona mixta, al afirmar que «con el ambiente que se crea aquí es difícil». Obviamente, el nivel mostrado por los jugadores no acompaña a que haya una actitud cercana y motivadora por parte de la afición. Ambos, jugadores y grada, están condenados a entenderse para sacar la nave a flote.

El cordobesista medio ha hecho ‘clic’ en su cabeza y ha visto sin dudar que toca una nueva temporada de sufrimiento. La mala relación de una parte de los hinchas blanquiverdes con la propiedad es, desde hace años, difícil de revertir, y la actual situación no ayuda. El ya típico «González vete ya» no desaparecerá ni aunque las victorias comiencen a llegar, y obviamente con el viento en contra el mal ambiente seguirá in crescendo hasta hacerse irrespirable.

Esa sensación de descrédito, pesimismo, hartazgo, preocupación y decepción que borbotea en el pecho y la garganta de la afición no se resolverá en poco tiempo. Pero es positivo que se vayan tejiendo hilos que vayan reponiendo la rotura social que actualmente se vive en este club. Si no, el año será muy, muy largo.