El Córdoba es el Costa Concordia, aquel crucero de vacaciones que terminó sus días de manera trágica después de un inicio de trayecto veraniego envuelto en fiesta, alcohol y los mejores augurios. Hace ya dos meses, justo en la penúltima jornada en la que Luis Miguel Carrión era aún entrenador de los blanquiverdes, se avisaba de que este Córdoba daba síntomas de encontrarse en agonía y, el último encuentro liguero con el catalán en el banquillo solo sirvió para certificar su defunción. Casi una docena de jornadas han pasado, casi tres meses después, ya parece haber unanimidad, ante la lividez y frialdad del protagonista, de que el Córdoba está muerto.

Y para reanimarlo no será suficiente con una aspirina, o con mirar a otro lado y montar una fiesta en el tanatorio para disimular, como aquella en el buque de vacaciones, que incluyó una pasada cercana por un puerto para adular a una familia e impresionar al ligue sabatino de turno. Cuando se tiene -o se debe tener- una responsabilidad, la arrogancia es mala compañera de viaje, siempre y cuando -claro está- que se pretenda salvar el barco.

En la primera parte del trayecto que representa esta Liga en Segunda, el Córdoba tiene una vía importante de agua que amenaza con el hundimiento sin remisión. Los materiales para la construcción no han sido los mejores y con la mitad de la nave bajo agua aún se persiste en que puede alcanzar la velocidad de un fuera borda. Hay que achicar agua primero, muchos litros, para intentar, en ese paso inicial, equilibrar el barco. Y ya se pensará cómo ir tomando velocidad de manera paulatina. Por lo tanto, y tomando como propias las voces que se resisten a la realidad, hay que intentar mentalizarse de que en 21 jornadas, toda la segunda vuelta, este Córdoba tiene remedio. Obviamente, no con los mismos que han generado el problema y, en ese aspecto, la transformación de todo lo blanco y verde ha de ser completa, muy profunda. Es el único camino posible, porque con los mismos elementos e idénticas herramientas, el Córdoba suma casi un 70% de derrotas. Mientras los egos explotan, por mucho que intenten aparentar lo contrario, el Córdoba, muerto hace meses, empieza a hundirse por completo. Parece imposible, pero sí, aún se le puede seguir haciendo daño: arrancarle la última pequeña llama de esperanza que le queda.

Intentar explicar cada encuentro del conjunto blanquiverde esta temporada se ha convertido en razonar con la nada. Jorge Romero retomó la idea del 1-3-5-2 de Merino, que el gaditano abandonó aún no se sabe bien por qué. Incrustó a Edu Ramos entre Caro y Joao, dejó a Fernández y Javi Galán como carrileros, mantuvo como pareja por dentro a Caballero con Javi Lara, con el apoyo de Sergio Aguza, y a Alejandro Alfaro por detrás de Sergi Guardiola. Las ganas de tener balón de los blanquiverdes combinaron con un planteamiento almeriense que más bien huía del esférico. Lucas Alcaraz, con un regimiento de bajas, reafirmó su idea y sistema y esperó atrás al Córdoba para intentar alguna contra con Pozo, principalmente.

En el primer tiempo, el equipo de Romero intentó ganar en autoestima a base de sobar el balón. Mucho pase, mucho toque, pero poca profundidad. En cualquier caso, la pobre imagen del Almería reforzaba la idea de que el Córdoba anduvo mejor. Quizás para algunos mereció incluso anotar. Este Córdoba provoca ya amores desesperados. Un par de llegadas blanquiverdes con claridad ante un rival mecánico y limitado fue la aportación del equipo de Romero en esos primeros 45 minutos. Señal, de nuevo, de que este Córdoba no da más de sí y que se le acabó el crédito hace ya meses, a la par que los recursos. Por lo tanto, visto el nivel mostrado por el rival, lo preocupante -más allá de ofrecer una imagen correcta- fue la incapacidad de los blanquiverdes para irse con ventaja en el marcador o, al menos, para generar más peligro del que lograron crear.

Tras el paso por vestuarios, Alcaraz logró recomponer algo a su equipo, con lo que el partido se vio más igualado. Ya no tocaba tanto el Córdoba y, paulatinamente, fue haciéndolo cada vez menos. Por su parte, los locales se entregaron a las subidas por banda del veteranísimo Nano y a las ideas entre líneas que aportaba Pozo. Pero el Córdoba fue incapaz, ni por actitud, ni por capacidad, ni por los cambios, de recuperar al menos el balón para mantenerlo con un mínimo de constancia.

El final no pilló muy de sorpresa. A este Córdoba, si se le dispara, sólo hay que tenerle paciencia para el error. El problema para el Almería es que lo hizo poco, muy poco. Pero lo suficiente para que, al final del encuentro y de nuevo a balón parado, llegara el error defensivo -y hasta del portero- para sumar ya una docena de derrotas en 19 encuentros, lo que significa que la vía de agua, lejos de reducirse, va aumentando, con lo que el barco se introdujo unos metros más en el mar.

El capitán del Costa Concordia salió por piernas antes del desastre, olvidándose hasta del ligue de sábado noche. Lo cierto es que a este barco tampoco le vendría mal un mutis por el foro de ese estilo. Parece la única oportunidad para que este Córdoba, perdido en el inframundo desde hace meses, tenga una mínima esperanza de resurrección. Y se hace complicado creer que los mismos que lo mataron sean los que han de darle vida de nuevo. Entre otras cosas porque parecen empeñados en que con una aspirina el cadáver saldrá corriendo a lo Usain Bolt. Son sólo 21 días, las 21 jornadas de la segunda vuelta. Pero habría que intentarlo. Si se le da la oportunidad. Si el escudo vale más que la arrogancia.

Ficha técnica:

Almería: René; Motta, Owona, Morcillo, Nano; Mandi (Verza, min. 64), Joaquín, Álex Corredera (Pervis Estupiñán, min. 71), Gaspar; Pozo y Juan Muñoz (Trujillo, min. 89).

Córdoba: Kieszek; Fernández (Jovanovic, min. 74), Caro, Edu Ramos, Joao Afonso; Javi Lara, Aguza (Jona, min. 87), Caballero, Javi Galán, Alfaro (Markovic, min. 83); y Sergi Guardiola.

Gol: 1-0; min. 85: Motta.

Árbitro: Gorostegui Fernández-Ortega, del comité vasco. Tarjeta amarilla a Motta, Joaquín y Mandi por el Almería y Aguza y Javi Galán por el Córdoba.

Incidencias: 19ª jornada de Segunda. Partido disputado en el Estadio de los Juegos Mediterráneos (Almería). 5.166 espectadores.