Era un martes muy frío, el día de anterior al último partido del año. Diciembre del 2004, con el Córdoba tonteando con el descenso a Segunda B. Un año desastroso. Llegaba el Alavés, lanzado, dispuesto a subir a Primera. Los blanquiverdes, todo lo contrario, nueve partidos sin ganar. La afición intentaba no desesperar, bajo el lema En El Arcángel es posible, pero entonces ni siquiera tenía el himno del que hoy se enorgullece y que algunos domingos es lo único que merece la pena.

Fue el 21 de diciembre del 2004 cuando se presentó. Era una obra de Manuel Ruiz Queco, junto a varios artistas cordobeses, como Medina Azahara, Felipe Conde, Marta Mansilla, El Hombre Gancho, Los Atlánticos, Las Chuches, Rakel Winchester o La hierba del Parque. Un cántico a la esperanza, tituló Diario CÓRDOBA la información de aquel día.

Ese himno pronto se lo apropiaron todos los cordobesistas, hasta el punto de que ya es generacional y se ha convertido en uno de los momentos más especiales en el estadio, cuando cada quince días se canta a capela mientras los jugadores salen al campo. Ese que tuvo su noche álgida con la visita del Barcelona en la Copa, para asombro de las propias estrellas culés. «El fútbol necesita esto», dijo el azulgrana Dani Alves.

Durante siete meses, Queco estuvo dándole vueltas. «Es una de las composiciones que más me ha costado en mi vida», reconocía el cantante. «Quise prescindir de los tópicos de otros himnos y hacer algo más contemporáneo, y al final me salió moderno».

A Queco le ayudaron otros grupos, como Medina Azahara. «Todos hemos puesto nuestra personalidad; ojalá el equipo reaccione y la afición sea capaz de levantar un partido gracias a este himno», decía su cantante. «Me ha impactado», aseguró el entonces presidente blanquiverde, Enrique Orizaola. «Lo único que falta es que sirva como preludio al resurgir del Córdoba».

No se equivocaron. El himno aún se canta y, aunque hubo que esperar diez años, también ha tenido gira en Primera División.