Las dos veces que Rafael Alberti estuvo en Rute recibió premios y honores. Dos estancias separadas entre sí por más de medio siglo. La primera vez cuando vivió unos meses en casa de su hermana, esposa del notario que en aquella época, 1925, había en Rute y a donde llegó «con el alma cargada de olivares». Fue en esta localidad, a sus 23 años, donde recibió la noticia de la concesión del Premio Nacional de Poesía, por Marinero en tierra.

La segunda vez fue en julio de 1990, cuando Alberti, con 88 años, volvió a Rute para ser reconocido como primer Arriero de honor, premio otorgado por Adebo (Asociación para la Defensa del Borrico), como recogió hace 26 años Diario CÓRDOBA.

«Contra el significado peyorativo que da el diccionario a la palabra burro, desde Adebo quisimos vincular estos hermosos animales, en peligro de extinción, con lo mejor de la cultura», dice el presidente de la asociación conservacionista, Pascual Rovira. Han pasado 26 años «y la lucha por la defensa y dignidad de los burros continúa, manteniendo esa simpatía con poetas, escritores, periodistas, músicos, artistas...»

Alberti aceptó encantado el nombramiento de Arriero de honor y, «como buen poeta octogenario, estaba cargado de juventud y proyectos, acababa de casarse con María Asunción Mateo, que también vino. Nos recitó coplillas de niñez y contó sus recuerdos y anécdotas ruteñas, que reflejó en su libro La arboleda perdida», recuerda Pascual Rovira. Los ruteños lo recibieron con gratitud, «menos una pequeña parte de la derecha recalcitrante, que no estaba contenta con la visión oscura del pueblo que el poeta reflejó en sus memorias», relata el presidente de Adebo.

Con Alberti, «Adebo fue la primera asociación que supo ligar la ecología con la gran cultura», y desde entonces, parte de la élite literaria y cultural e incluso la nobleza se ha hermanado con Adebo: Cela, Saramago, Antonio Gala, La Fura dels Baus, las fundaciones Miguel Hernández y Juan Ramón Jiménez, la Reina Doña Sofía o la Duquesa de Alba. H