Aprovechando que Fitur pasa por Madrid y que el invierno está en su cumbre más alta, gélido se ha quedado más de uno con el viaje de Estado del rey Felipe VI a Arabia Saudí, recientemente celebrado tras posponerse en diversas ocasiones. Claramente, la razón de Estado eran intereses de negocios de grandes empresas españolas que había que apoyar, como lo demuestra el séquito real en el que se encontraban empresarios de ferrocarriles como Renfe, CAF, Talgo; de constructoras como OHL, Acciona, FCC y Sacyr; y un nutrido grupo de industrias militares como Navantia, Indra, Sener y Arpa. No en vano, la petromonarquía saudí es uno de los mayores compradores de armas del mundo, y además había que impulsar contratos millonarios como el AVE a la Meca, el metro de Riad o cinco corbetas de guerra para la Armada Saudí entre otros pedidos de armamento, que debe firmar una de las últimas monarquías absolutas del mundo pagando bien el reconocimiento de una de las monarquías más antiguas del planeta como la nuestra.

El problema viene cuando hay que aplazar viajes, como el de febrero pasado, porque la dictadura manda decapitar a 47 personas, entre ellas algún defensor comprometido de los derechos humanos. El salpullido le surge a otros, cuando esta venta de armas según indica la Ley española que regula su comercio debería estar prohibida, ya que se prohíbe vender armas a países que participan en conflictos, como está Arabia con Yemen, y donde se producen graves violaciones de los derechos humanos. Y no sólo viola la Ley española y la Posición Común de la UE, también la del reciente Tratado de Comercio de Armas internacional aprobado en Naciones Unidas y que España ha ratificado. No pasa nada, todos se han puesto de lado, porque los derechos humanos y los tratados internacionales tienen menos peso que las cuentas bancarias.

Enrojecimiento y ojos como platos, de forma simultánea, se le producen a aquéllos que saben lo incómodo que resulta legitimar a una dictadura que ejecuta públicamente a 300 personas al año, a veces por el mero hecho de ser homosexuales, que considera a la mujer como una menor incapaz subyugada al hombre, que se rige por el wahhabismo y la intransigencia religiosa con la interpretación estricta de la sharia, que está considerado como uno de los países más corruptos del mundo según Transparency Internacional, o que está acusado de ser la mayor fuente de financiación del terrorismo yihadista global. En fín, detalles sin importancia.

Así está el patio. Guardamos el árbol de navidad, metes en una caja el pesebre y la pandereta y cuando menos te descuidas, estamos alabando a dictadores con el beneplácito de todos esos que se rasgan las vestiduras y se llenan la boca de coherencia, democracia y decencia.

Ya ven, la dignidad no está de moda. El dinero no tiene color, y puesto a vender y a mejorar nuestra balanza de comercio exterior, para hacer caja aunque sea de contabilidad extracontable, lo mismo da a quién se hacen las reverencias, mientras paguen... Qué pena. Año nuevo, vida vieja.

* Abogado