Con motivo de este 23 de abril, Día del libro -fiesta nacional instituida por un catalán, que comenzó llamándose Día del Libro Español-, la Junta de Andalucía ha elegido a la poeta Julia Uceda como autora del año y ha publicado una antología poética que en estos días se regala a quienes acuden a las bibliotecas públicas. A sus 91 años cumplidos, Julia sigue viviendo en la naturaleza, en un rincón de Galicia llamado Lugar de Pazos donde tiene su casa, que no su hogar, pues desde que murió hace unos meses su compañero, marido y amigo Rafael, la mansión que entre ambos levantaron ya no es hogar, pues se ha quedado sola y, me cuenta, para hacer hogar ha de haber una pareja. Aunque escribió durante toda su vida sin prisa por publicar su poesía, fue a partir de la publicación de la antología En el viento, hacia el mar, inaugurando la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, cuando empezamos a conocerla y a leerla y a quererla. También a partir de ese libro le vinieron muchos reconocimientos importantes y merecidísimos, empezando por el Nacional de Poesía, que nunca hasta entonces le habían concedido a una mujer, Hija Predilecta de Andalucía, Premio de la Crítica, y otros libros, como Zona desconocida, donde denunciaba con rabia y valentía todo lo que aborrece de este tiempo de capitalismo salvaje, enriquecimiento de unos pocos frente al empobrecimiento de los muchos. Jamás ha querido etiquetas de nada, ni de grupo generacional, ni de poesía social, ni feminismos, pero siempre cantó alto y claro las verdades al barquero, aún a riesgo de quedarse sin barca. Sostenía en los años 70 que «España era un largo invierno... -con su gusano dentro-, España pasa y duerme/ funda del hielo para el alma; cuarto/ habitado de polvo y musarañas». Conviene en este mes de abril de libros y desencantos, de flores y espinas, leer a Julia Uceda. Sigue España con su gusano dentro oradando las instituciones, los partidos y las conciencias, y por eso conviene escuchar a la poeta nonagenaria que siempre estuvo con los pies en la tierra y atenta a lo que ocurría en su país aunque estuviera muy lejos de España y en convivencia con los exiliados. Porque la preocupación de Julia fue siempre no el adorno sino la realidad, y no tanto para expresarla, sino para reconocerla. Hoy que el poder no lo detentan esos que ora vemos gobernar ora camino de la Audiencia, el poder real, el que condiciona nuestras vidas y nuestro pensamiento está oculto tras millones de datos de la vida cotidiana que vamos entregando a diario gratuitamente, por eso las palabras de Julia debemos tomarlas como una linterna que, si está bien cargada, puede iluminar aspectos que el día a día no va a alumbrar nunca.

* Periodista