Los verbos nos orientan, nos guían, nos previenen. Otra cosa es que lo hagamos en realidad. Aquí entra en juego la comunicación, siempre desde la óptica de ofrecer lo mejor a los que nos rodean, sean animales racionales o irracionales.

Me llega la noticia de que se abandonan perros, tanto domésticos como de caza.

A los 18 años mi familia paterna me llevaba de cacería, sobre todo los días de agua que no se trabajaba en el campo. Salíamos con dos podencos, cuatro galgos y una garrota en la mano (cachaba en Valladolid) para la liebre que viésemos, encamada, darle un palo y llevárnosla a casa. Los galgos sueltos con los podencos, no se le podía dar oportunidad a la liebre. El podenco la traía entera, y a la casa con ella. Ese día era una fiesta. Se le daba mucho valor a esta costumbre.

Esto ha cambiado en la forma, pero sigue. El ser humano (yo) sigo cazando, no me imagino olvidar a nuestros ancestros. Cambia la forma, hoy se les da ventaja a las liebres, incluso se les hacen perdederos, donde librarse de sus perseguidores. Cojo mi pluma para desde mi experiencia comunicar a quien corresponda que no se debe abandonar un perro, nos suelen dar más que nosotros a ellos.

En estos momentos de la vida se acude al psicoanálisis para comportarnos. Recomiendo que nos lo hagamos, antes de adoptar un perro, para que el verdadero amigo del hombre no sufra el desengaño de verse abandonado. Y cuando le pongan el microchip, que también se lo pongan al dueño, y así están controlados los dos.

Quizás, el psicoanálisis sea una expresión exagerada por mi parte. Pero, sí, un test de adopción, para que mi amigo se sienta seguro, como lo estoy yo cuando le suelto de la traílla para que desarrolle sus orígenes.

Y si se va, que se vaya. (Me refiero a la liebre).

Manuel Márquez Jiménez, Montilla