Había una vez una gitana pintora que nadaba en la playa con una pamela elegante de esas que usaban las actrices norteamericanas que venían a España a ver los toros. El universo que la rodeaba era más mágico que el del horizonte y cuando esta bohemia se movía por el agua, arrastraba con ella el cielo circundante como si agua, cielo y pamela fuesen parte sustancial de su cerebro. Me sonrió cuando me vio y alzando el brazo rajó con sus uñas el tejido de aire inmediato que ataban sus cuerdas universales, abriendo un soñado agujero en el espacio tiempo del que comenzaron a escapar por doquier mariposas de colores imposibles que creo aleteaban con un ritmo que si no eran bulerías se parecía bastante. Vino hacia mí acompañada en todo momento por el agua que no la dejaba porque no quería y que como en una plataforma solo para diosas que el mar usa de vez en cuando, la depositó en la orilla: ¡Hola primo!, ven conmigo, anda, que te voy a enseñar mi vida paralela. Espera a tu primo --le contesté contento-- que antes nos vamos a comer un espeto. Las sardinas no parecían asadas sino arrecías de frio esperando cariño, y cuando la vieron sugerían en sus ojos fijos estar conformes con ser comidas por ella por fundirse en un ser tan especial. La pintura de Lola es abstracta y clara, de fácil interpretación porque en ella lo raro es evidente. Me llevó a su estudio extasiado ante el arte acumulado. ¡Son tan bellos los seres humanos! me decía en un tono que, aunque debiera ser sonido invisible, en Lola emanaba puras notas de seda verde. Quizá el arte, más que nunca, esté desvalorizado, pero obras como la de mi hermana de raza demuestran que esta época, aunque parezca decadente, será salvada por estos seres que la desenmascaran como súper héroes contra la indignidad a través de la belleza que fabrican y que nos recuerda que el ser humano, a pesar de los pesares, es una maravilla. Genios desbordados de sensibilidad que se diferencian por portar el sentimiento de la ternura como bandera. La imaginación de Lola es como es el mundo en realidad. Porque ella pinta lo que somos en esencia: una piara de niñatos. Esa es la pintura de Lola Ferreruela Gabarre, alegría infantil encerrada en el marco mágico que como el espejo de Alicia se torna libre hacia el fondo infinito de la tabla, viajando para adentro en el ansia y la búsqueda constante de algún lugar que espera paciente nuestro total despertar.

Busquen a Lola. Búsquenla y se encontrarán.

* Abogado