El 11% de los alumnos cordobeses abandonó los estudios antes de conseguir el título de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO). El dato, facilitado por la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía, se refiere al curso 2015/2016, y nos indica que como mínimo uno de cada diez adolescentes cordobeses encara el futuro sin contar con la formación que se considera imprescindible como base para la vida adulta. Cuando se implantó la ESO, que alargaba hasta los 16 años la enseñanza obligatoria, hubo debate entre quienes opinaban que obligar a estudiar después de los 14 años a chicas y chicos que no querían hacerlo era un esfuerzo inútil y quienes defendían la necesidad de que toda la población española tuviera una base educativa más elevada. Lo cierto es que hoy día la formación es necesaria para todos los trabajos, pues la mayoría están tecnificados o implican protocolos para los que, por sencilla que sea la ocupación, es mejor que el trabajador tenga unas mínimas destrezas. Y, en cualquier caso, el sistema debe formar a ciudadanos capaces de leer un contrato, gestionar papeleo y, en general, desenvolverse airosamente en lugar de estar indefensos en una sociedad de creciente complejidad. Por eso, ese 11% de abandono en la ESO --así como el 16% de fracaso escolar que el INE estima para Córdoba--, es motivo de alerta aunque los datos sean mejores que los de la media andaluza. El fracaso escolar es el fracaso de la sociedad, así que habrá que bajar las ratios alumnos/profesor, dotar de más medios a los centros de zonas deprimidas, implicar a las familias, actuar con los jóvenes más allá de los programas académicos... Aquí todo porcentaje negativo, por bajo que sea, es doloroso, y no se puede bajar la guardia.