Así se ha denominado el foro celebrado en Madrid, frase que se viene repitiendo desde hace tiempo junto a una incomprensible realidad. En los años transcurridos desde la Transición se promulgaron siete leyes; la última, Lomse, muy pronto puesta en entredicho. Ahora parece que, al fin, se habla seriamente sobre un pacto por la Educación. En el citado foro el ex ministro Ángel Gabilondo ha hablado con la mesura y claridad tan habitual en él: «Tenemos que construir un sistema estable, orientado a la excelencia». Ha defendido como buen filósofo que las Humanidades no se pueden minusvalorar. Son indispensables para que las nuevas generaciones tengan «un juicio excelentemente formado» ante la avalancha digital. Como ha dicho Antonio Guerra, presidente de las Escuelas Católicas en Córdoba: «Innovar no se reduce a cambiar una pizarra normal por una digital». Cuando vemos a tantos jóvenes escolares --«pulgarcitos/as», como los ha bautizado un filosofo francés aludiendo al uso de los dedos pulgares en los teléfonos móviles-- se piensa en el vacio mental al que se ven abocados quienes carecen de la capacidad de reflexionar y pensar. En el citado foro se quejaba Esperanza Aguirre de «la facilidad con la que todos los partidos --incluido el suyo, el PP-- han renunciado a las revalidas». Precisamente para que el pacto por la Educación prospere, hay que colocar las ideologías a buen recaudo. Se ha devaluado la cultura del esfuerzo. Según el filosofo, Gregorio Luri, «ha desaparecido la ambición, la sensibilidad, la memoria, la atención», tan necesarias ante tanto estimulo digital.

* Periodista