Si hay algo de los populismos que parece agradar al respetable es su descarado abandono de lo políticamente correcto. A lo mejor es por ahí por donde van los tiros. Uno escucha decir a muchos abueletes del PSOE, tan adorables como Leguina o Corcuera, que no puede echarse toda la culpa a la gente de estas desmadradas intenciones de voto que principalmente en Europa apuntan maneras de chulería y desplante torero, que a ver si van a ser porque el común está ya harto de tropos y fábulas políticamente correctas de pensamiento único almibarado que son irreales. O sea, que a lo mejor es que buena parte del electorado prefiere, al parecerá quien engañosamente llama al pan pan y al vino vino, engañosa e interesadamente, claro, alabando con ello atávicos bajos instintos de tribu y miedo. Los gestos, ay, los gestos políticamente incorrectos, tan guays entre los escaños, de besos homo en la boca, del niño agarrado a la teta, de las camisetas bordes ante el invitado argentino, en fin todas estas cosas que Tony Cantó calificaba muy bien el otro día, con efecto boomerang, como puestas en escena para chupar cámara. También ocupan la ionosfera -esa capa de la atmósfera donde mejor se propagan las señales de radio y de telecomunicaciones en general- en días como estos, muchos más gestos de esos tan deliciosamente incorrectos que agradan tantísimo a buena parte de las tricoteuses populares: el enfado de Trump con los periodistas (esa canalla a la que hay que pararle los pies, ¿qué se habrán creído?), su agresividad -idéntica a la del carilavado holandés, la del austríaco y la de la francesa- respecto a los inmigrantes y refugiados en general; en fin, cosas de una incorrección política brutal -entre otras muchas- pero que, créanlo, hacen salivar a muchas capas de las denominadas populares. La última, el desplante de Marine Le Pen a la entrada de donde la esperaba el muftí del Líbano, porque le ofrecieron un velo y ella se negó a ponérselo como ya había avisado. Todas estas cosas son detalles que al tendido de sol les encantan, para qué lo vamos a negar. Aires incorrectos que ya están configurando lo que será pronto políticamente correcto.

* Profesor

@ADiazVillasenor