Los referéndums los carga el diablo, como le ocurrió a todo un general De Gaulle hace más de 50 años. Ahora David Cameron ha sido el aprendiz de brujo que ha visto como su ingenio se le ha vuelto en contra y ha causado grandes y graves estropicios dentro y fuera del Reino Unido. Dentro, lo ha dividido de varios modos. Geográficamente, porque el mapa resultante rompe de forma neta lo que define el Reino Unido, con Escocia, Irlanda del Norte, parte de Gales y un minúsculo Gibraltar a favor de permanecer en la Unión Europea, mientras que el resultado en Inglaterra es mayoritariamente partidario de la salida. Socialmente, divide a la población entre la de más edad y los jóvenes, que ven hipotecado por la decisión de sus mayores su futuro ligado a Europa. También políticamente, con un Parlamento que en sus tres cuartas partes es partidario de la UE, mientras el país se divide casi en dos mitades. Ahora el Reino Unido deberá repensar su papel en el mundo.

Los daños en Europa son de muchos tipos. Algunos, en el terreno monetario y financiero, ya se han empezado a vislumbrar, pero otros, los más profundos, tardarán en aparecer, pero lo harán. El más grave sin duda es el de haber roto el consenso sobre la Unión. La posibilidad del contagio no es solo un temor. Los populismos que devoran el alma europea pueden felicitarse. En Francia, Holanda y otros países ya se oyen voces que quieren seguir el camino de los británicos. Todo ello debilita más si cabe a una UE inmersa en otras graves crisis.

Buscar culpables es fácil y la lista larga. Cameron, sin ninguna duda y en primer lugar. Los euroescépticos británicos, o la tibieza de los laboristas y su incomprensión de la realidad, también. Pero no hay que olvidar la contribución de la propia UE a esta debacle. Aquella idea de Europa formulada por los padres del europeísmo ha sido prostituida por el tacticismo y el cortoplacismo de los líderes europeos, que han permitido el avance de la xenofobia y el populismo. En su historia, la UE ha pasado por muchas crisis, pero nunca se había enfrentado a una de esta magnitud, que afecta a la esencia del proyecto. Estamos ante un punto de inflexión que debe ser aprovechado para volver a encarrilar a la UE, acabar con el déficit democrático y profundizar en la integración. En definitiva, para fortalecerla mediante una verdadera unión. El escenario que abre el brexit es insólito. La gestión de la salida del Reino Unido no debe generar más incertidumbre que, en este momento de gran debilidad, podría ser aprovechada por las fuerzas antieuropeístas. Cameron pasará a la historia como el político que se jugó el futuro de su país en un referéndum y lo perdió. Que se haya jugado además el futuro de Europa dependerá ahora de la capacidad de los líderes europeos de recuperar el verdadero sentido de la UE, con largueza de miras para todos los ciudadanos y no solo para unas élites.