Uno de los temas que siempre ocupa lugar destacado en el candelero es el de la educación de los hijos. Raro es el día que no salta a la prensa alguna noticia en torno a la relación padres e hijos. Hace pocos días, la madre que le quita el móvil a su hijo para que se dedique al estudio, con posterior denuncia y acusación, nada más y nada menos que de «malos tratos», con petición de cárcel incluida. Increíble. A propósito de la noticia, tengo en mis manos una reflexión educativa, publicada hace ya tiempo en La Vanguardia, en la que Javier Urra, pedagogo, doctor en Psicología; Victoria Gómez, orientadora familiar; y Julio Fernández Díez, psicólogo escolar, catedrático de orientación educativa, identificaban los «12 errores que se consideran más comunes y perjudiciales a la hora de educar a los hijos». Son estos: primero, la falta de unidad de criterio entre las figuras de autoridad. Es uno de los grandes lastres para educar. De entrada, porque si el niño recibe mensajes contradictorios, si sus progenitores se desautorizan entre ellos, no sabe a quien hacer caso y se siente perdido, sin referencias claras. Segundo, sobreproteger, uno de los errores más frecuentes en la sociedad actual. La sobreprotección provoca personas inseguras, incapaces de tomar decisiones y enfrentar dificultades. Tercero, insultar, despreciar, injuriar con frases hirientes. Cuarto, falta de continuidad. Los expertos advierten que un fallo habitual de los padres es dejarse llevar por su estado de ánimo a la hora de educar. Quinto, castigar mal, poner sanciones desproporcionadas o sin lógica, imponer castigos imposibles, hacer promesas inalcanzables. Sexto, prometer y no cumplir. Son actitudes que acaban desincentivando. Séptimo, comparar entre hermanos. Todos los padres saben que cada hijo es diferente. Sin embargo, a la hora de educarlos no siempre los tratan de forma diferente. Y cada hijo requiere una educación distinta, un trato individualizado y que le dediquen un tiempo a solas. Octavo, no poner límites. Muchas veces los padres no tienen un proyecto claro de cómo van a educar a sus hijos, cuáles son las normas mínimas que van a exigir, y van improvisando, de modo que no siempre son coherentes en sus criterios. Noveno, ser amigos de los hijos. Los psicólogos advierten que los padres son la figura de autoridad para el hijo y es un error tratar de ser amigos suyos, «colegas», en lugar de ejercer de padres. Décimo, malos ejemplos. La incongruencia entre lo que se dice y se hace resulta muy negativa, quita fuerza moral y deslegitima. Decimoprimero, negatividad. Es un grave error no transmitir a los hijos ilusiones, positividad, optimismo. Cuando los padres son muy depresivos o negativos y los hijos escuchan sus quejas constantes, su carácter acaba siendo despótico u ofensivo. Duodécimo, hacerlos mayores antes de tiempo, acortando la infancia de sus hijos. Se detecta en la forma de vestirlos, en permitir que con edades cortas tengan horarios intempestivos... Frente al error, horizontes luminosos. La buena educación es un tesoro.

* Sacerdote y periodista