Escasas 300 personas se dieron cita ayer en El Arcángel para ver el histórico debut del filial blanquiverde en Segunda División B. No tuvo la tirada que se espera después de la expectación mediática que había suscitado el ascenso administrativo del equipo.

Con especial ilusión vivió el encuentro la familia del cordobés Guille Roldán, que milita en las filas del Melilla y que le sirvió el choque para reencontrarse con la ciudad, la familia y los amigos.

Solo se abrió la preferencia y la afición no abultaba. El resto del estadio estaba vacío. Al menos los que acudieron, los fieles del filial y alguno más que se irá enganchado a lo largo de la temporada, no decepcionaron. Si bien es cierto que por momentos parecía el ambiente de un entreno -especialmente en la primera mitad antes de que llegaran los goles-, la grada apretó al rival para hacer presión y procuró insuflar aliento en los cordobesistas. En este sentido, Puche se mostró satisfecho con la respuesta de la afición. Pero las gradas no lucían como en los últimos encuentros del filial de la pasada campaña. Habrá que darle recorrido a este equipo.

Quien sí estuvo en el palco fue el presidente del club, Carlos González, que no quiso perderse su ambiciosa apuesta por la cantera. No había jugadores de la primera plantilla. Cuestiones geográficas. Y los aficionados del Melilla, se contaban con una mano. Había que cruzar el charco.

Habrá que barajar si merece la pena jugar en El Arcángel porque el campo sufrió un partido más y el césped presentaba calvas donde no parecía estar quemado. La hierba se levantaba. Hacía que los jugadores se resbalasen. No condicionó el juego pero llegará elmomento en que lo haga.