La pintura es un fiel reflejo de la vida (y de la muerte también). Cada artista interpreta y reproduce un mismo momento, un mismo lugar, una misma luz de manera distinta. En el cementerio de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba se ha podido comprobar en la mañana de este soleado sábado las mil y una maneras que tienen las manos y la mente humana de dar forma a una misma realidad. Han sido 26 los artistas (a los que se han unido algunos espontáneos no inscritos) que han ocupado puntos distintos del citado camposanto para participar en el concurso de pintura rápida convocado por Diario CÓRDOBA y Cecosam.

Las técnicas diversas, las perspectivas, variadas y el color también. El primero de los ejemplos se podía apreciar solo al pasar el dintel de la puerta de acceso. En muy pocos metros tres de los creadores toman la entrada al recinto como motivo. Sin embargo, la manera de reproducirlo no era la misma. Alguno lo mira hacia fuera, como simbolizando (que seguro que no era esa su intención) la añoranza de la parte exterior del espacio, como una despedida de la vida que queda tras las tapias. Los otros se recreaban en los elementos escultóricos de los primeros panteones y de los ajardinados senderos que se adentran en el camposanto.

En el concurso han participado 26 pinceles distintos, unos impregnados de acuarelas, otros de óleo o acrílicos, pero la mayoría de técnicas mixtas, que es como el propio recinto en el que se hallaban, reunir en un mismo destino materias de distintas procedencias. Todos los artistas elogiaban el hecho de haber organizado el concurso en un espacio como el cementerio, porque no es lo habitual, «ofrece muchas posibilidades para pintar y, sobre todo, se puede trabajar tranquilo». A juicio de la cordobesa Pilar Soto, «es un lugar muy inspirador, no es un habitual, yo creo que es perfecto».

Casi ninguno de ellos es novato en las lides de la pintura rápida, pero sí en llevarlo a cabo en un recinto funerario. Y eso, apuntan algunos, les ha permitido transmitir a través de su arte su propia interpretación de los conceptos de vida y muerte. «Me parece estupendo estar aquí, es una manera de rendir homenaje y reivindicación a la muerte, algo que nos une a todos, y sin embargo vivimos de espaldas a ella», apunta Dolores Gómez, mientras que Rosa P. Viñas se reivindica como gótica: «A mí me encantan los cementerios, por eso me llamaban rara» y se mostraba entusiasmada con el reto, al margen del resultado final.

Otros, como Fernando Villafuerte, entran más en las posibilidades artísticas que plantea el espacio, como la variedad de motivos que ofrece o las luces tan interesantes que se descubren e insiste en la tranquilidad para desarrollar el trabajo.

A lo largo del marmóreo recorrido, entre panteones, ramos de flores y frases lapidarias (nunca mejor dicho) los pinceles, lápices y hasta bolígrafos de acuarela van dejando sobre el blanco del lienzo, el cartón, la madera, el papel (o el propio aire) lo que cada artista, cada persona en definitiva, ve en el lugar donde se eliminan todas las diferencias. 

Algunos ven reposo, entre tinieblas y sombras, donde los grises inundan el tapiz, mientras para otros es lugar de paseo entre arriates y arboleda por los que se cuela un rayo de sol que impregna de luz las tapias y los mausoleos. El abanico de posibilidades de interpretación que presenta viene a ser como el compendio de vivencias que se han quedado guardadas entre las paredes que lo circundan. Y los artistas, este sábado de octubre, han sido capaces de darle visibilidad.